Génesis

GÉNESIS

En el año 2222, año chino del pato, por fin se consiguió. ¡Eureka!
Tras mucho buscar y buscar, tras mucho inspeccionar el universo con potentes telescopios, la humanidad había encontrado un planeta casi idéntico a la Tierra: la gravedad era similar, las temperaturas suaves, tenía mares, continentes y, según los datos, su aire se podía respirar. Además, estaba lo suficientemente cerca como para poder viajar hasta él.
Se encontraba a veinte añitos de paseo espacial; una cifra nada astronómica. El viejo sueño de colonizar otros planetas por fin era posible.
Como muchos de los mandamases humanos pensaban que el planeta podría estar poblado por peligrosos alienígenas, decidieron enviar primero una nave solo con robots. Si todo iba bien, ya mandarían luego otra llena de personas.
Y así, una nave bien cargadita con todo tipo de robots despegó haciendo mucho ruido y luego viajó en silencio por el espacio hasta llegar al nuevo planeta. Aterrizó sin dificultad y los robots pudieron comprobar que la cosa pintaba bien: no había extraterrestres ni monstruos. Tampoco plantas ni animales, aunque eso no era un problema pues en la nave se habían transportado muchas semillas, huevos y crías. Era misión de los robots transformar aquel planeta sin vida en un auténtico vergel.
Los robots se pusieron manos a la obra y durante años, sin parar siquiera un momento, plantaron y cuidaron muchos árboles, criaron gallinas, perros, gatos, caballos y hasta leones.
Pero, con el paso del tiempo, los robots se fueron estropeando. A algunos se les chafaron los motores, a otros se les quemaron los circuitos. Uno se volvió majareta y se zambulló en el mar para nunca más salir. Al final solo quedó en funcionamiento un robot; se llamaba Eva.
Eva también empezaba a tener achaques y a perder aceite, pero sabía que tenía que seguir cuidando al planeta. Para conseguirlo tuvo que coger piezas de los robots que ya estaban totalmente escacharrados.
«¿Esto es canibalismo?», se preguntó Eva a sí misma.
«¡No! Digamos que es… reciclaje», se respondió quedándose más tranquila.
Eva siguió llenando el planeta de bosques y praderas. Los conejos y los ciervos campaban a sus anchas y en los mares crecían los peces, los delfines y las ballenas.
Pasaron muchos años de soledad para Eva hasta que, por fin, vio algo que bajaba desde el cielo. Sabía lo que era: era la segunda nave que llegaba al planeta.
La nave aterrizó en el centro de una preciosa y verde meseta repleta de flores, pájaros y árboles frutales. En cuanto los motores se apagaron, una persona impecablemente uniformada se acercó a Eva y le dijo:
-Soy el capitán de la ISS Génesis. Enhorabuena, Eva, has realizado un excelente trabajo.
-Muchas gracias, capitán. Espero que hayan tenido un buen viaje desde la Tierra. Y ahora descanse, recupere energías -dijo Eva mientras cogía una manzana de un árbol-. Comience por tomarse esta jugosa manzana.
El capitán mordió la manzana, que crujió provocando un magnífico estallido de sabor. Estaba riquísima. Entonces, el capitán Adán exclamó:
-¡Este lugar es mejor que la Tierra! ¡Esto es el paraíso!
Y Eva sonrió, picarona.

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