Viajar hasta la Luna no es nada fácil. Hace falta un cohete muy grande y que todo salga bien. Porque si algo no sale bien, aunque sea una cosa muy pequeña, la misión se va al garete.
Por eso, cuando por primera vez una nave aterrizó en la Luna, los dos astronautas que iban dentro respiraron aliviados. ¡Ya estaban allí! Y todo iba bien. Los astronautas se llamaban Neil Amstrong y Buzz Aldrin.
-¿Qué tal Neil? ¿Estáis bien? -preguntaron desde el centro de control, en Houston, en la Tierra.
-Sí. Todo bien por aquí -respondió Neil.
-¿Y tú, Buzz?
-Sin problema. Todo controlado.
-Pues poneos los trajes espaciales, que tenéis que salir de la nave. Neil Amstrong y Buzz Aldrin se pusieron los trajes y salieron fuera de la nave. Neil bajó primero y dijo una frase muy famosa:
-Este es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad.
Cuando los dos astronautas estuvieron sobre la Luna se pasaron un buen rato corriendo y saltando, que en la Luna eso mola mucho, porque parece que flotas un poco.
-Chicos, hora de volver a la nave -escucharon por los cascos.
Neil Amstrong y Buzz Aldrin, obedientes, volvieron a la nave. Y de repente, saltó la alarma:
-Houston. Tenemos un problema.
-¿Problema? ¿Qué problema?
-Se ha encendido una luz roja en la nave. Indica que pesa demasiado. Tenemos que aligerar peso, o no podremos despegar.
-¡Eso es imposible! En la nave no hay nada que sobre. Todo lo que hay dentro es necesario.
-Entonces -dijo Neil- si no podemos despegar, moriremos aquí, ¿verdad?
Se hizo el silencio. Un largo silencio.
-Un momento, tenemos una solución -dijeron desde la Tierra.
-¡Genial! ¿Cuál es?
-Bueno… veréis… es solo una solución, a medias. Tenéis que jugar los dos a piedra, papel, tijera. El que pierda, se baja y se queda en la Luna para siempre. El que gane, como la nave con un astronauta pesa menos que con dos, podrá despegar y volver a la Tierra.
-¡De eso nada! -dijo Buzz-. Estamos juntos en esto y no nos vamos a separar.
-Yo estoy con Buzz. O los dos, o ninguno -añadió Neil.
Con lo nervioso que se estaba poniendo, a Neil Amstrong le empezó a entrar cierto… desasosiego. Cierta sensación en la barriga. Ciertas ganas de, ya sabes…
-¡Lo tengo! -exclamó Neil. Dadme un minuto.
Neil cogió una bolsa, se bajó los pantalones, apretó bien fuerte y la nave se llenó de un olor pestilente. Luego cogió la bolsa, bien llena de caca, y la tiró por la escotilla, fuera de la nave. De inmediato, la luz roja se apagó.
-¡Bien!!!! ¡Funcionó!!!! -gritaron todos.
Los dos astronautas se sentaron. Los motores rugieron. La nave despegó. Neil Amstrong se asomó por la ventana y dijo:
-¡Qué bonita es la Luna! Espero que no la llenemos de caca.