Era bien temprano cuando el señor Camembert sacó a pastar a su rebaño de ovejas. De las ovejas obtenía leche y con la leche fabricaba quesos.
Estaba llegando a la cima de una colina cuando vio algo increíble. Allí en medio, sin explicación alguna, se encontraba una bota. Pero no una bota normal, del tamaño de un pie, no. Era una bota gigante, tan grande como una casa.
Camembert decidió que, dado que tenía el tamaño de una casa, usaría la bota para vivir dentro. Le puso una puerta, tapó la parte de arriba con un techo e instaló una chimenea para estar a gusto en invierno. La casa-bota resultó ser cálida y acogedora, aunque tenía un problema: olía mal, muy mal; a pie sudado de gigante. Un olor como a queso añejo… ¡que a Camembert le encantaba! Porque los quesos que fabricaba allí dentro se impregnaban de ese profundo aroma y sabían deliciosamente bien.
Gracias a ello, su negocio de quesos prosperó e incluso inventó un eslogan: “Quesos Casabota. O los amas, o los potas”.
Pasaron veinte años felices para Camembert, hasta que un día sonaron a lo lejos unas fuertes pisadas y el suelo de la colina pareció temblar. Camembert salió a ver qué pasaba y tuvo que mirar hacia arriba porque, frente a él, se encontraba un descomunal gigante con los pies descalzos.
-¡Ahí está! ¡Quiero mi bota! – dijo la enorme criatura-. Qué alivio para mis pies. Bueno, al menos para uno.
-¡Perdone! -gritó Camembert-. Señor gigante. Ejem. No irá a usar esta vieja y hedionda bota, ¿verdad? ¡Con lo bonitos que son sus peludos pies! ¡Noooo! Usted lo que necesita no son unas botas. ¡Son unas sandalias nuevas!
-¿Sandalias? ¿Y de dónde saco unas sandalias?
-¡Uy! De eso me encargo yo -respondió Camembert.
Camembert cogió unos troncos, los ató con cuerdas y así fabricó un par de sandalias para el gigante, que se las probó y dijo:
-Son justo de mi talla y bien cómodas. ¡Muchas gracias! Puedes quedarte con esa bota pestosa.
Y Camembert pudo seguir viviendo en la bota y fabricando sus aromáticos quesos. Así que, si alguna vez en el supermercado ves un queso de la marca Casabota, cómpralo. Verás qué rico está.
Ilustración original de Enrique Meseguer, usada en los términos de Pixabay