¿Te gusta la miel? ¡A mí me encanta! Miel de encina, miel de flores, miel de todos los colores: de la clara y de la oscura ¡menuda sabrosura!
Sí, sí, bien, fantástico… Pero… ¿y si te dijera que no siempre ha sido así? Que la miel, hace mucho tiempo, era muy distinta: que la miel antes ¡apestaba! ¿Cómo? ¿No lo sabías? Pues verás:
Cuando la tierra estaba llena de dinosaurios, ya existían las abejas. Abejas parecidas a las de ahora, aunque con algunas diferencias. Su cuerpo era un poco más grande, no tenían aguijón y, sobre todo, no fabricaban miel con polen sino con ¡caca de dinosaurio!, lo cual resultaba sencillo porque, como comprenderás, las cacas de dinosaurio estaban por todas partes y era muy fáciles de encontrar.
Como las abejas vivían, generación tras generación, en malolientes panales llenos de caca, su carácter se fue volviendo cada vez más sucio y asqueroso, porque a nadie le gusta vivir en sitios así (bueno hay gente a la que sí le gusta, pero ese es otro tema). Así que muchas veces se peleaban y acabaron por tener un aguijón con el que picarse unas a otras. Era un desastre. Las abejas vivían sucias, enfadadas y pinchándose entre ellas.
Pero entonces, ocurrió lo inesperado: un meteorito gigante chocó contra la Tierra, generando una gran capa de polvo y ceniza que cubrió todo el cielo. Los dinosaurios, sin la luz del Sol, se extinguieron. Las abejas estuvieron a punto de sucumbir, pero unas pocas, del mismo panal, agazapadas sin moverse durante días y días, esperaron a que el polvo y la ceniza se fuesen, y consiguieron sobrevivir.
-¡Oíd obreras! -dijo la abeja reina-. Este acontecimiento extraordinario me ha hecho reflexionar. Llevo días dándole vueltas a la cabeza y creo que íbamos por mal camino recolectando caca, haciendo panales pestosos y picándonos unas a otras. Tenemos que cambiar. He tomado una decisión: ¡A partir de ahora llenaremos los panales con el polen de las flores y dejaremos quietos nuestros aguijones!
A las obreras todo aquello les parecía muy raro. ¿Miel de flores? ¡Menuda ocurrencia!
-Inhalar tanto polvo le ha afectado a la cabeza -cuchicheó una.
-¿Por qué no te callas? -la interrumpió de inmediato la reina-. Y ahora, todas, ¡manos a la obra!
Las abejas pronto pudieron comprobar lo rico que estaba el polen y lo dulce que sabía aquella nueva miel. Desde entonces, la miel está para chuparse los dedos y las abejas no se pican entre ellas. Conservan el aguijón, pero lo usan solo para defenderse y vuelan alegres por el campo, zumbando de flor en flor.
Pero ¡cuidado! Cuenta la leyenda que algunas abejas se negaron a cambiar sus costumbres, no hicieron caso a la reina, fundaron su propio panal y todavía siguen fabricando auténtica ¡miel de caca! Así que, cuando abras un tarro de miel, olfatéalo antes de probarlo. Por si acaso…
Ilustración original de Michael Wedermann, modificada y utilizada en los términos de Pixabay
Si quieres escucharlo en Youtube…