Había una vez un señor muy rico, que se llama Richard, que fue de vacaciones a una playa grande y desierta. Paseando por la playa, Richard se encontró una perrita abandonada, a la que puso de nombre Yulia. Yulia era una perra callejera, acostumbrada a pasar las noches de esquina en esquina, y casi nadie la trataba bien. Pero Richard sí. Richard la cogió con cuidado, la acarició y enseguida se hicieron muy amigos.
Mientras estuvo de vacaciones, Richard y Yulia hicieron todos los días cosas divertidas para Yulia: Fueron a una fiesta canina en un parque, la llevó a una peluquería canina para ponerse el pelo de colores, jugaron con la pelota en la playa…
A Richard se le iban a acabar las vacaciones y le dijo a Yulia que no se preocupase, que lo había dispuesto todo para que ella se quedase en una perrera muy chula. Viendo que tendría que separarse de Richard, Yulia se puso a llorar. No quería eso, pero no sabía cómo decírselo a Richard, porque como era una perrita no sabía hablar.
Entonces, Yulia se acercó a Richard y se puso a frotarse contra él y a lamerlo. Richard comprendió lo que Yulia quería: quería irse con él. Y así fue. Desde entonces, Yulia y Richard viven juntos y pueden jugar todos los días.
Ilustración original disponible en Pixabay
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