Arreit era un planeta muy parecido a la Tierra, pero al revés.
Allí los elefantes son diminutos, y se les llama elehamsters. Sus llanuras están pobladas de jirafas de cuello corto, y sus desiertos por los pingüinos calvos. En Arreit los pequeños tiburones blancos tienen que tener mucho cuidado si no quieren ser comidos por el gran depredador de los mares: ¡el boquerón gigante! Durante el día se puede escuchar ulular a los búhos y por la noche las abejas se afanan en recolectar polen.
En Arreit no existen humanos con sus ciudades. Las ciudades las han construido grandes caracoles del tamaño de una vaca (de una vaca terrestre). Estos caracoles gigantes no necesitan vehículos para ir de un sitio a otro, pues son extremadamente rápidos. Decididamente, son los caracoles más grandes y rápidos del universo.
Un día, atravesó el cielo de Arreit un extraño objeto: parecía una estrella fugaz, aunque iba más lenta. El rey caracol y su séquito siguieron la luz para ver de qué se trataba. Al llegar a ella descubrieron que no era un meteorito, no. Era la nave espacial del astronauta Cristóbal, que había llegado a Arreit para explorarlo.
Cristóbal bajó de la nave con su escafandra y su mochila puestas y, de inmediato, se sorprendió al ver un gran caracol frente a él.
-Hola. Soy Megacol, el rey caracol. Y tú ¿qué clase de caracol eres, con ese caparazón tan raro que llevas?
-Hola. No soy un caracol, soy un humano. Y lo que llevo a la espalda no es un caparazón, es mi mochila para poder respirar -dijo Cristóbal.
-Pues ya te la puedes quitar, porque aquí se respira perfectamente -respondió Megacol.
Cristóbal se quitó la mochila y pudo comprobar que, efectivamente, el aire en Arreit era incluso mejor que el de la Tierra, pues no estaba contaminado en absoluto. Cristóbal le pidió a Megacol que le enseñase el planeta y Megacol accedió gustoso. Cristóbal alucinó viendo a las serpientes voladoras, que giraban su cola a modo de hélice. Le gustó mucho acariciar a los dóciles tigres y Megacol le enseñó cómo las mariposas se transformaban en gusanos.
Cuando lo hubieron visto todo, Cristóbal le dijo a Megacol:
-Es hora de volver a la Tierra. Mi misión ha terminado. He sacado muchas fotos porque, sin ellas, nadie se iba a creer lo raro que es todo aquí.
-¿Raro? – preguntó Megacol -Aquí todo es normal.
-Bueno, digamos que diferente. En la Tierra, por ejemplo, lo pájaros saben volar.
-¿Pájaros voladores? ¡Increíble! ¡Qué extravagancia! -dijo Megacol. Y tuvo una idea:
-¿Podría acompañarte a la Tierra? Tengo mucha curiosidad por conocerla.
-Claro. Vente conmigo y verás.
Cristóbal y Megacol volvieron a la Tierra, pero no se quedaron mucho tiempo. Siguieron viajando, explorando estrellas, planetas y cometas, y conociendo otros seres extraordinarios.
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