Cacarruta, el emisario espacial

Cada día, los astrónomos apuntan al cielo con grandes telescopios esperando ver alguna señal extraterrestre: una sorprendente luz, un sonido misterioso o incluso gigantescas naves llenas de potentes motores y de cañones.

Lo que nadie se imaginaba es que cuando el primer extraterrestre llegó a la Tierra lo hizo en una nave pequeña y de aspecto frágil, casi de juguete se diría. Mucho menos que de la nave bajase un ser con dos patas largas y flacuchas, tres ojos saltones, dos antenas hacia arriba y tres dedos en cada mano. Con la piel de color verde, más que un alien parecía una rana. Cuando puso sus pies en el suelo, el extraño ser dijo en voz alta y clara:

-¡Soy Cacarruta, el emisario espacial, y vengo a traer un mensaje! Vosotros, los humanos, estáis convirtiendo la Tierra en un basurero. Cada vez está más llena de plásticos, de bolsas y de latas. Pues bien ¡me alegro! ¡Es justo lo que nosotros, los extraterrestres del planeta Edén, necesitamos! Porque nosotros también generamos mucha basura, pero no la acumulamos en nuestro planeta. Buscamos otros que ya estén bastante sucios, como la Tierra, llevamos hasta allí nuestra basura en grandes naves y la soltamos apestándolo un poco más. Total, si el planeta ya está sucio ¿qué más da? Así, nuestro planeta Edén está siempre limpito y huele a rosas ¡ummhhhh!

-Pero Cacarruta ¡eso no es justo! -se quejaron los que le escuchaban.

-Pues lo siento ¡es lo que hay! Ahora mismo volveré a mi planeta y regresaré el año que viene con mil naves llenas de basura que os lanzaremos desde el espacio. Id comprando mascarillas ¡Estáis avisados!

Entonces, una niña muy lista le dijo a Cacarruta.

-¡Un momento! ¡Para el carro! Dices que buscáis planetas que estén sucios para echar vuestra basura ¿verdad?

-Efectivamente, así es.

-Entonces, los planetas que están bien limpios no los tocáis, ¿cierto?

-Cierto, cierto.

-O sea, que si antes de que lleguéis limpiamos toda la Tierra y lo reciclamos todo…

-Bueno, si cuando vuelva, que volveré, veo que todo está perfecto, os dejaré en paz y tendré que buscar otro sitio donde echar la basura. Y ahora tengo que irme. Soy Cacarruta, el emisario espacial, y ya he dicho todo lo que tenía que decir. ¡Adiós!

Y Cacarruta subió a su pequeña nave, que despegó y se fue volando hacia las estrellas.

Aunque era muy difícil limpiar la Tierra, todas las personas se pusieron manos a la obra recogiendo botellas y bolsas, usando solo cosas que reciclaban y plantando árboles por doquier. Lo que parecía imposible se hizo realidad ¡La Tierra estaba limpia!

Había pasado un año y todos esperaban la llegada de Cacarruta. Pero Cacarruta no apareció. Pasaron dos años, tres, cuatro, ¡diez años! y nada, sin noticias de Cacarruta. Los humanos mantenían la Tierra bien limpia, por si Cacarruta volvía. Con el paso de los años los humanos se dieron cuenta de que, en realidad, no era tan difícil mantener la Tierra limpia y que así, además, vivían mucho más a gusto y contentos. Decidieron que, volviese o no Cacarruta, la mantendrían siempre así: llena de aguas transparentes y de verdes bosques.

De hecho, Cacarruta nunca volvió. ¿Se habría estrellado con su nave? ¿Se habría perdido por el espacio? ¡No! Cacarruta sigue viajando por la galaxia y cuando encuentra un planeta que se está ensuciando aterriza con su pequeña nave y dice:

-¡Soy Cacarruta, el emisario espacial, y vengo a traer un mensaje! ¡Os llenaré de basura!

Y en todos esos planetas pasa como en la Tierra, que sus habitantes los limpian y vuelven a ser sitios llenos de naturaleza y de vida.

Cacarruta nunca vuelve con miles de naves llenas de basura. El motivo es bien sencillo: no hay más naves, ¡solo la suya!

¡Qué listillo es Caca-Ruta!

Ilustración original de LedaniArt, usada en los términos de Pixabay

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